Autores como Sol Villanueva son quienes, sin ningún lugar para la duda, iluminan caminos, abren puertas y las dejan de par en par. Son quienes desembarazadamente, con descaro, rompen cuerdas y cadenas; heterodoxos inspiradores del alma que acaban soplando con el hálito de la brisa de su empuje sobre cualquier simbólica vela, esas lonas que hacen surcar cáscaras de nueces — con cualquiera al timón — navegando «sin temor» sobre ríos y mares y «océanos pacíficos» de plata (aquellos del Capitán Braulio y María Quirós en el mítico programa de Cadena Dial), «subiendo y bajando olas», «sonriendo y cantando frente a negras tempestades (o dificultades)» con destino a aceitosos océanos iluminados por un «banco de metáforas arruinado» – como definió, en sus greguerías, Ramón Gómez de la Serna a la luna o a su claro – con aromas a salitre y colores de musgos esperanzas.
Autores como Sol Villanueva reviven al poeta, engrandecen las almas que palpitan por el existir, por el vivir, y son el beso de amor a la pasión por la VIDA.